domingo, 19 de agosto de 2012

Emergencias industriales y médicos de Primaria.

De una memoria fin de máster, se puede sacar un articulo interesante. Este es el caso del trabajo de María Vázquez en la Universidad de Oviedo. En este caso, sobre la percepción que los médicos tienen de sus habilidades para responder a una catástrofe industrial. El tema es muy interesante porque los profesionales ejercen en la mayor mancha industrial de Asturias. Y, aunque entra un poco de miedo al ver que reconocen su ignorancia; por lo menos exponen su deseo de aprender. Con eso me quedo.


Rafael Castro y María Vázquez.
Foto: Sergio López


Los profesionales sanitarios de la comarca, especialmente en Atención Primaria, reclaman la existencia de planes de formación específico ante emergencias industriales. Es una de las conclusiones de la investigación realizada por la doctora María Vázquez Suárez, especialista en Medicina de Familia y Comunitaria como trabajo final en el Máster Universitario en Análisis y Gestión de Emergencias y Desastres de la Universidad de Oviedo. Tras realizar su formación en la comarca, María Vázquez optó por trabajar en Urgencias, en la base de Avilés. A partir de ahí, decidió realizar el máster universitario escogiendo la situación de la comarca como tema para el obligatorio trabajo de fin de curso.
Su tutor para la elaboración del estudio, el doctor Rafael Castro Delgado, es autor de una tesis doctoral sobre los riesgos industriales en la comarca de Avilés. Castro realizó el estudio en 2000, convirtiéndose en el referente para la nueva investigación que ha podido comprobar la evolución de los conocimientos.
Tras ese estudio, los cambios normativos obligaron a que las grandes empresas (ArcelorMittal, Saint-Gobain, DuPont, Asturiana de Zinc y Alcoa) elaborasen los Planes de Emergencia Exterior (PEE) para coordinar la respuesta ante posibles accidentes. Las medidas de prevención responden a esa realidad.
«En la comarca existen una serie de características que la diferencian», explica María Vázquez Suárez, «una gran concentración de industria con un riesgo por sus características. Además, la población se encuentra muy cercana. En caso de un hipotético accidente, siempre existe una posibilidad de efecto dominó por la cercanía de unas empresas a otras».
En este sentido, Rafael Castro recuerda que «más que el riesgo, lo importante es siempre la prevención».
Objetivo del estudio
A partir de ahí, la investigación de María Vázquez se centró en conocer la percepción que existía entre los profesionales sanitarios ante una posible situación de emergencia.
«No entramos a valorar los riesgos. Es muy difícil conseguir los planes internos de prevención, sólo conocemos los PEE. Así que el objetivo era saber si el personal sanitario, tanto médicos como enfermeras, se consideran preparados o no; la percepción que existe entre los propios profesionales», comenta Vázquez. En las conclusiones se incluyó una comparación con el trabajo de 2000.
El estudio abarcó a la red de Atención Primaria, además de los equipos del Servicio de Atención Médica Urgente (SAMU) y Emergencias. «El personal de SAMU tiene planes para reaccionar porque forma parte de su trabajo diario. En Atención Primaria no está asumido que forman parte del eslabón de respuesta ante una situación de este tipo. No lo tienen interiorizado y nos parecía interesante saber lo que pensaban», comenta el doctor Castro.
Así, las respuestas de los profesionales demuestra que conocen la realidad comarcal. La mayor parte de ellos, un 41,17%, califican de 3 el grado de riesgo industrial en la comarca en una escala que va de cero (ningún tipo de riesgo) a cuatro, un porcentaje que en diez años creció en un 2,32%.
El 77,64% de los encuestados considera que la catástrofe más probable es un accidente en la industria, siete puntos más que hace doce años. A continuación se encuentra un accidente de tráfico con múltiples víctimas, con un 64,70%, un porcentaje que se reduce en 14 puntos respecto a los datos de 2000.
A pesar de ello, los profesionales reconocen sus carencias ante una situación de emergencia. Así el 80% califica de «nulo o escaso» sus conocimientos sobre placas y símbolos peligrosos. El 83,53% califica de igual manera sus habilidades sobre las normas de descontaminación. Y un 85,88% define como nula o escasa su capacidad para tratar a víctimas de accidentes con sustancias peligrosas.
No sólo eso. Aunque se asumen los riesgos industriales de la comarca, apenas existe un conocimiento sobre los Planes de Emergencia Exterior. Así, el 30,58% responde con un «no o no lo hay» a la pregunta de si existen los PEE. Un 38,82% cree que existen, pero los desconocen. Y un 29,41% responden que sí.
Además, el 81,17% asegura que su conocimiento del papel de los sanitarios en los Planes de Emergencia es nulo o escaso. De igual manera, el 78,82% duda sobre su pertenencia a un PEE.
A pesar de ello, la mayor parte considera que podrían facilitar la información que les demande el Centro de Coordinación de Urgencias que se establece en una hipotética catástrofe.
Capacidad de reacción
Hasta aquí, la lectura del estudio puede resultar desalentadora, pero el trabajo también percibe la capacidad de los profesionales para reaccionar. Así, el 96,47% se muestra de acuerdo con que los profesionales deben adquirir conocimientos sobre actuación ante un desastre industrial.
El 97,64% opinó que los sanitarios debería recibir información sobre el riesgo industrial. Así, María Vázquez destaca que «casi por unanimidad los encuestados responden que deberían recibir información y formación relativa a los riesgos industriales, así como de procedimientos básicos de actuación en accidentes en los que están implicadas sustancias peligrosas».
Los profesionales sanitarios son coherentes con esa inquietud y en los doce últimos años aumentó el número de personas que acudieron a un curso de emergencias donde se incluye la formación en catástrofe, apunta María Vázquez. Así, se evoluciona de un 19,42% en 2000 a un 35,29% en 2012.
Aunque menor, la encuesta también desvela un incremento de los trabajadores que realizaron más de un curso. En consecuencia, «el porcentaje de profesionales que no ha realizado ningún curso se reduce de un 67,62% a un 44,70%» escribe María Vázquez.
Rafael Vázquez comenta que «poner en marcha un plan de formación no supondría un gran gasto. No se trata de organizar acciones puntuales, sino de elaborar una estrategia integral durante varios años».
Además, la experiencia demuestra, al menos en Avilés, que establecer una línea de trabajo y mantenerla en el tiempo aporta unos resultados positivos. Es otra de las conclusiones en la investigación de María Vázquez, que demuestra que en los últimos años ha mejorado la formación en reanimación cardiopulmonar (RCP) además de los conocimientos para la aplicación del triaje en Urgencias.
Así, en 2000, el 10,07% calificaba de nulo o escaso su formación en RCP básica mientras que esta opción no tenía ninguna respuesta en la nueva investigación. El 46,76% respondía hace doce años que sus conocimientos eran suficientes, porcentaje que, en 2012, se reducía al 28,23%. En cambio, este año la respuesta en los rangos mayores (buenos o muy buenos) llegaban al 71,76% cuando hace doce años alcanzaba el 43,16%.
La evolución es igual de positiva cuando se habla de RCP avanzada. En doce años, el porcentaje de profesionales que asumía tener unos conocimientos nulos o escasos se redujo en 30 puntos, pasando del 43,88% en 2000 al 12,94% en 2012.
Esto se debe al aumento de las respuestas favorables. Así, en 2012, el 36,47% aseguraba tener conocimientos suficientes y un 71,76% respondía con un bueno o muy bueno. En 2010, las contestaciones eran del 33,09 y 21,58% respectivamente. Esta mejora es el resultado de la amplia oferta de cursos que se ha venido ofreciendo en los últimos años.
De igual manera, se produce un aumento de los conocimientos en el triaje, si bien la autora del estudio apunta que el resultado se debe a un sesgo estadístico a favor del personal de Urgencias del Hospital San Agustín, donde el triaje es una herramienta de trabajo básica para atender a los pacientes que llegan al centro
Con todo, la formación ante situaciones de Emergencias aún se encuentra en una fase inicial. «Hay mucho por hacer. Aún no se entra en temas como la formación de la población en general», concluye el doctor Castro.
Por ese motivo, la conclusión de la doctora María Váquez es clara. «La necesidad de reforzar estrategias de prevención es evidente, más aún cuando existen elementos que incrementan la peligrosidad. Esta preocupación se extiende a la a los profesionales sanitarios del Área Sanitaria III», escribe.

Artículo publicado en La Voz de Avilés el 12 de agosto de 2012.




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