lunes, 9 de julio de 2012

Rompiendo la barrera del silencio

En ocasiones, los pacientes son los grandes excluidos de la información sanitaria. Y, cuando salen, su relato se suele ceñir a la vida del enfermo. Por eso, me gusta este artículo sobre la vida de Juan Rodríguez Oyagüe, que demuestra como la investigación sanitaria puede mejorar la vida de las personas.

Juan Rodríguez Oyagüe.
Foto: Marieta

Cuando se le ve caminando por la calle, Juan Rodríguez Oyagüe se parece a cualquier otro joven de su edad. Sin embargo, a los 18 años, a punto de matricularse en la Universidad, es el primer asturiano con un doble implante coclear, una tecnología que ha permitido terminar con la sordera normalizando la vida de muchas familias. Como fue su caso.

Sin antecedentes de sordera, la familia confirmó que Juan la sufría cuando tenía 18 meses. «Veíamos que no respondía igual que su hermano mayor», recuerda su madre Cristina Oyagüe. El diagnóstico era claro: sordera bilateral profunda, sin posibilidad alguna de rehabilitación.
«Fue un momento muy duro», comenta hoy en su madre. Casualmente, en esa época, su tía, Montse Oyagüe estudiaba en Pamplona y una amiga de su madre, Cuca, trabajaba en el Centro 'Entender y Hablar', fundado por Marcos Monfort y pionero en España en la educación e integración de las personas con problemas auditivos. Gracias a esas entrevistas, Cristina conoció el implante coclear, la tecnología que permitía que los sordos escuchasen y que, en 1985, comenzaba a llegar a España.
«El doctor Manrique, de la Clínica Universitaria, me dijo que sólo tenía dos opciones para Juan: el implante coclear o el lenguaje de signos. Era algo nuevo, me informé y no tenía dudas. Tuve el apoyo de mis padres y mi hermana, nunca tuve dudas», recuerda Cristina. Su perseverancia y constancia fueron claves para superar todos los problemas.
Con tres años de edad, Juan recibía su primer implante en Pamplona. Era el primer niño asturiano en recibirlo.
La operación fue un momento duro, pero no el único. «A ningún padre le gusta ver sufrir a su hijo y no fue nada agradable pasar la operación. Pero fue mucho peor cuando le conectaron el sonido por primera vez. Nunca había escuchado y tenía pánico al sonido. Para mí fue lo más duro. Aunque nunca tuve ninguna duda de que hacía lo mejor para mi hijo», comenta su madre.
Y luego, a estudiar
Confirmado el éxito de la operación, el siguiente gran reto fue la escolarización de Juan Rodríguez Oyagüe. Antes, con el apoyo de la logopeda Silvia Schawrtz, Juan había comenzando a desarrollar todas sus habilidades. Con ella aprendió a leer y escribir. En esos años, Cristina siempre iba con una pizarra que utilizaba para comunicarse con Juan.
«Quería que siguiese con el apoyo de Silvia en el colegio y el único lugar donde me lo permitieron fue en el San Fernando», explica Cristina Oyagüe.
La madre de Juan tan sólo guarda palabras de elogio para la actitud del centro avilesino al recibir a su hijo. «Nunca podré olvidar la dedicación de Goya o el trabajo de Deli, que es una segunda madre para Juan, o Varela, su tutor cuando la segunda operación, con once años, y que organizó todo para que le afectase lo menos posible en las clases. Pero el esfuerzo fue de todos, desde Belén y Carmen, Pepi, Peláez, Lalo... No tengo palabras suficientes para agradecer su ayuda», asegura Cristina. La implicación también fue de los compañeros, de amigos; también su hermano, Adolfo, tres años mayor que él.
Juan confirma todas las palabras de su madre. «Si fuese hijo de Deli, no podría hacerlo mejor», asegura al tiempo que tiene palabras de elogio para todos sus profesores y amigos.
Y es que esos primeros años no llegaron a ser fáciles. El implante coclear resultaba desconocido para mucha gente, incluso profesionales. Una vez, comentan como anécdota, un médico no se atrevió atenderle, enviándolo al actual Hospital Universitario Central de Oviedo. «Hace quince años, nos veían como algo muy raro, como conejillos de indias», comenta Juan Rodríguez Oyagüe.
«Los primeros años de colegio, cuando era un niño tenía un comportamiento muy malo, siempre tenía un cero en conducta; aunque con el tiempo me tranquilicé», explica Juan Rodríguez, «siempre procuro buscar lo positivo de la vida. El implante, por ejemplo, me permite desconectar si quiero estudiar y hay mucho ruido».
Mientras aguarda por las notas para matricularse en la Universidad, Juan, como cualquier otro joven, espera sacar el carné de conducir y seguir disfrutando de sus aficiones como la lectura, el fútbol o la cocina.
No duda en animar a las familias que dudan en realizar el implante coclear. «Las familias no deben tener ninguna duda. Es un paso muy importante y te cambia la vida por completo. Te ahorra mucho sufrimiento», asevera Juan Rodríguez Oyagüe, que, aunque no quiere, puede presumir de haber roto la barrera del silencio.

Artículo publicado en La Voz de Avilés el 8 de julio de 2012

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